lunes, 5 de diciembre de 2011

Guerreros, síntomas y haraquiris

La realidad es cruel. Sin duda. Pasa que cuando luchas con guerreros, a veces te cortan la cabeza. No digo más cuando le sirves tu cabeza a la realidad. Serás guillotinado. Así, una vez tras otra.

Hoy, el Málaga se ha empecinado en dar síntomas de debilidad constante en defensa. Desde el primer minuto, hasta el gol de Ifrán que golpeara al Málaga de bruces con la despiadada realidad. Y, ojo, desde el delantero, que es el primero en defender, hasta, los propios zagueros malaguistas. Sería injusto obviar que, durante gran parte del partido, el Málaga maniató los conatos de ataque realistas con posesiones por momentos intrascedentes, pero al fin y al cabo, conseguiéndolo.

Toda la atención merece un punto indiscutible de inflexión en el partido: Pellegrini introduce en el campo a Apoño. Sale del campo Cazorla. Duda se vuelca a la izquierda e Isco cambia de banda. Hasta aquí, una decisión cabal si no fuera por las órdenes intrínsecas al cambio que transmitió Pellegrini con la permuta. El Málaga malentendió el cambalache de jugadores, dio un paso atras, o dos, y cual equipo pequeño concedió a la Real y a Montanier el terreno que necesitaba para lanzar balones, globos hacia el área de Willy. Por cierto, el cancerbero, impecable una vez más. Tergiversó términos: aplicación defensiva y pragmatismo por repliegue más patadón.

El equipo vasco, sin demasiada fe, adquirió confianza y escudriñó como el Málaga achicaba balones de las inmediaciones de su área. Para solventar los problemas y salir a la contra (ironía, si son tan amables), el técnico chileno, con Buonanotte y Juanmi en el banquillo, cambia a Rondón por Van Nistelrooy, hasta entonces en el banquillo. El holandés no ha husmeado el balón en las cercanías del área de Bravo en lo que anduvo en el campo. Y, para aumentar y afilar los dientes y el cuchillo realista, Pellegrini da entrada a Camacho (con Weligton en el banquillo) por Sergio Sánchez que, correcto una vez más, había tenido problemas físicos en un gemelo.

El síntoma: de los 'singulares' cambios, la Real olió sangre, encontró fisuras, vías de agua, boquetes y, tras un balón dividido que, con absoluta pasividad, no barre nadie del área, Carlos Vela se inventa una chilena para empatar el encuentro en el 88'. Lo peor estaba por llegar. En otra jugada con la Real volcada pero, paradógicamente, el Málaga defendiendo con poco y menos y con Demichelis y Camacho paseando por el pasto donostiarra, Ifrán bate hábilmente a Willy que, junto con Isco y quizás Sebas podría ser lo más notorio del Málaga en esta fría y cruel tarde otoñal.

Las caras eran un poema. Poema mezquino que, por cierto, ha escrito con dudoso honor la defensa del Málaga. Sin ánimo de demonizar, dramatizar ni desorbitar el correcto partido del Málaga hoy, los irrebatibles fallos de concentración, atención y esmero han desmerecido cualquiera de las buenas intenciones expuestas por la plantilla.

A pesar del haraquiri malaguista, ya lo dijo un viejo sabio: No importa cuantas veces caigas, lo importante es levantarse una vez más.

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